Por: Pastora Mirna Taracena
Esta semana recibí un mensaje de una persona que me compartía la triste realidad que está viviendo ella y su familia: perdieron a un ser amado a causa de la pandemia. ¡Qué triste recibir esa noticia! Y conforme conversaba con ella, me dijo: “Pastora, cómo es posible que después de todo lo que está sucediendo, usted siga creyendo. ¿Por qué cree en Dios?” Para mí, fue una pregunta fantástica, que me puso a pensar ¿por qué creo en Dios? ¿Por qué creo si no lo puedo ver, no lo puedo sentir, no lo puedo tocar? ¿Porque creo en Dios? ¿Cómo sé que Dios no ha muerto? ¿Cómo sé que no creo en el opio del pueblo?
¿Cómo sé que lo que creo es verdad? De todas maneras, una verdad es verdad aunque yo la crea o no la crea. Y yo conozco la teoría y he adquirido el conocimiento; he estudiado, tengo títulos y sé lo que creo. Pero, por qué creo lo que creo, era la pregunta de esta persona. En ese momento, recordé lo que nos decía nuestro catedrático de hermenéutica del doctorado, Dr. Humberto Alfaro. Él decía que hay 3 tipos de personas:
No importa si tú tienes una fe crítica, pre-crítica o pos-crítica, Dios tiene paciencia con cada uno de nosotros y de manera personal se toma el tiempo para seducirnos.
Deja que te explique de qué se tratan estos tres conceptos. Una persona que tiene una fe pre crítica, es aquella que dice no importa si entiendo o no; no importa si tengo evidencia o no; yo creo en Dios, lo amo, le sirvo y soy fiel a Él. Así como el ciego de nacimiento, a quien Jesús sanó en el capítulo 9 del evangelio de Juan, cuando le preguntaron ¿quién te sanó? Él les respondió: no sé quién me sanó, solo sé que era ciego y ahora veo. Si tú tienes una fe pre-critica en la que no necesitas evidencia, ¡felicitaciones! Eso es formidable, El monje italiano de la edad media, Anselmo de Canterbury dijo:
“no busco, entender para creer, sino que creo para entender. Pues creo aunque no entienda.”
Una persona con fe crítica necesita analizar y razonar para poder que creer en Dios. Si tú tienes una fe crítica, está bien. ¡Dios tiene paciencia contigo! Como con aquel hombre rico que llegó a Jesús de noche, Nicodemo se llamaba (Juan 3); él se acercó a Jesús porque tenía dudas. El Señor se toma el tiempo de manera personal y le resuelve sus dudas. Jesús le dice:
“tienes que nacer de nuevo porque Dios amó de tal manera al mundo que envió a su único hijo, para que todo aquel que crea en él no se pierda más tenga vida eterna.”
Después de esa fantástica conversación, Nicodemo creyó en Dios; al punto de defender a Jesucristo y de formar parte en su sepultura.
Ahora bien, una persona con fe post-crítica, dice: no solamente necesito evidencia, sino que también necesito experimentar. Así como Tomás, el incrédulo. Él dijo, no solo tengo que ver la marca de los clavos en las manos de Jesús, sino que necesito meter mis manos allí donde estaban los clavos, para que yo pueda experimentar; entonces yo voy a creer. Si tú tienes este tipo de fe, en la que no solamente necesitas razonar sino también experimentar, Dios tiene paciencia también contigo; y Él quiere tomarse el tiempo para que tú creas en Él.
Cuando aquella persona me preguntó por qué creo en Dios, ella estaba necesitando respuestas, porque tenía una fe crítica. Yo le respondí que creo por lo objetivo y lo externo, pero también creo por lo subjetivo y lo interno. Cuando nosotros vemos alrededor las cosas externas y objetivas, como por ejemplo la ciencia, las vidas cambiadas de otras personas, la creación; cuando nosotros podemos ver esas cosas no tenemos más que caer postrados, de rodillas ante una evidencia tan magnífica que nos dice que hay un Dios todopoderoso que tiene cuidado de nosotros.
La ciencia no está en pugna con la fe; la razón no está en contra de la fe. Ciertamente, la fe está sobre la razón pero no en contra. Luis Pasteur, el científico que descubrió varias vacunas incluyendo la vacuna contra la rabia y el creador de la pasteurización, dijo: “un poco de ciencia te aleja de Dios, pero si te haces científico te acercarás a Dios.” Te darás cuenta de que hay un Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. ¡La ciencia nos habla de Dios!
Por otro lado, ¿qué me dices de las vidas cambiadas? No es casualidad que cientos de miles de personas alrededor del mundo, de toda raza, pueblo y nación, crean que hay Dios. No es casualidad que tantas gentes hayan experimentado la transformación que Dios hace a las vidas. Algunos dicen que solamente las personas ineptas, los incultos, los torpes creen en un ser superior. Déjame decirte que en cada los campo de la medicina, de la ciencia, de la física, tenemos personas que aman y que han experimentado al Dios poderoso. Sesenta porciento de los ganadores de los premios Nobel son creyentes en Dios.
Puedo poner de ejemplo varios personase como por ejemplo Saulo de Tarso, que tuvieron un encuentro con Dios y fueron transformados. Y si nos movemos siglos después, vemos a científicos como Isaac Newton, Copérnico, y otros, que creyeron y amaron a Dios. Puedes pensar, sí pero ellos vivieron en otra época; es verdad, pero si nos movemos hacia el presente, encontramos a personajes sobresalientes en cada área como Francis Collins, Tim Tebow, Juan Luis Guerra, Ricardo Montaner, Olga Tañon, que hablan abiertamente de su relación con Dios. Y todos nosotros tenemos un común denominador: que hemos creído en un Dios poderoso, y estamos dejando que Aquel que comenzó la buena obra en nosotros, la perfeccione hasta el día de Jesucristo.
La evidencia objetiva y externa es basta. Las vidas de otras personas que han sido cambiadas por Dios, alrededor del mundo, no es coincidencia. Así como Enoc experimentó caminar con Dios, así nosotros también hemos experimentado el caminar con Dios. Y de la misma manera como Enoc estuvo tan cerca de Dios, y su relación fue tan cercana que no quiso regresar a las calles; así también nosotros que hemos experimentado a Dios, no queremos regresar a la vida anterior, ni a la vida que antes teníamos.
¿Qué me dices de la creación? Eso es una evidencia objetiva y externa formidable. Cuando nosotros vemos todo lo que está a nuestro alrededor, no podemos dejar de maravillarnos ante lo fantástico de la creación. Tiene que haber inteligencia superior, tiene que haber alguien más allá, que ha creado todo. Cuando vemos la magnitud del cielo; cuando vemos ese mar tan basto, nos maravillamos. Por eso Dios le pregunta de manera retórica a Job:
“¿Puedes atar los lazos de las Pléyades?”
¡No! No podemos hacerlo. Nos resta nada más caer en la cuenta que la creación es como una gran valla publicitaria que nos grita que hay un Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y de las estrellas. El Salmo 19:1 dice:
“los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.
El doctor Francis Collins, descubridor del genoma humano dijo que el Dios del genoma es el mismo Dios de la Biblia; y puede ser adorado en un templo o puede ser adorado en un laboratorio. Cuando vemos su creación no podemos decir nada más que hay un Dios poderoso arriba, y su creación es formidable, indescriptible y maravillosa.
Hay una canción que grabó Stanislao Marino, después la volvió a grabar Julissa, que dice:
“es mi anhelo que las flores le dijeran a los hombres por cual manos todas ellas fueron creadas. ¿No ves el agua fluir, con la cual tú sosiegas la sed que aprisiona tu boca, y la sombra de un árbol la cual te regala descanso ¿pues entonces por qué te preguntas si hay un creador? Yo sé que Él vive pues lo veo en la risa de un niño cuando voy pasando y al oír el bramido del mar que me dice cantando: Que hay un Dios verdadero que hizo toda la creación.”
Si prestáramos atención a cada detalle, nos maravillaríamos ante el Creador.
¿Qué me dices del cuerpo humano? Aún esos defectos que parecen que no están bien puestos en tu cuerpo, son obra del Dios poderoso, majestuoso, creador. Solamente tu cerebro tiene más de tres mil millones de neuronas, y cada neurona tiene cientos de miles de millones de conexiones. Alguien tuvo que haberlo creado. ¡No es la falta de evidencia! Es que a veces nosotros no queremos ver la evidencia; no queremos creer y entender que Dios está por sobre todo.
Yo también creo en Dios al ver lo subjetivo y lo interno. Me refiero a mi experiencia personal; a lo que he vivido. Aún si alguien me dice que no hay Dios por la ciencia, que no hay Dios por las vidas cambiadas de otros, que no hay Dios por la creación, la experiencia que yo he tenido me dice que sí hay Dios. Quizás tu puedas decir que la experiencia de una persona es subjetiva y no es concluyente; pero la experiencia que yo he tenido, más lo objetivo y lo externó, es la amalgama perfecta para que mi fe esté firme y cimentada incluso en este tiempo difícil de pandemia.
Yo creo en Dios por lo subjetivo e interno porque Dios ha descrito mi condición; porque Él ha estado conmigo en el sufrimiento; y yo creo en Dios porque él le ha dado sentido a mi existencia. El Salmo 139 contiene verdades fundamentales para respaldar mi experiencia. Un erudito judío de la edad media llamado Abraham ibn Ezra, nombró este salmo como la corona de los salmos. Te lo quiero leer:
“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos.”
Dios ha descrito mi condición. Él conoce mi condición.
Hubo una época muy corta en mi vida, específicamente en mi adolescencia, en la que yo me cansé de ser “buena”; me cansé de hacer las cosas cómo me las habían enseñado; me cansé de seguir las “reglas”; me cansé de ser la obediente y la buena de la familia; así que decidí revelarme. Empecé a buscar fuera de Dios cosas que me satisficieran. Quise ver si en realidad había algo más allá de lo correcto. Me fui en contra de todos mis principios; en contra de la ética, haciendo todo lo contrario a lo que yo sabía que era correcto. Empecé a hacer lo opuesto a lo que Dios me decía que debía hacer. Y las decisiones que yo estaba tomando en esa época corta de mi vida, iban a trascender para todo mi futuro.
Sin embargo, aún en medio de mis malas decisiones, Dios vio mi condición. Un Dios tan grande me vio y no me dejó. Dios no me abandonó, sino que tuvo cuidado de mí. Y fue sorprendente para mí que un Dios tan majestuoso, se fijara en mí; y que hubiera enviado a su único hijo para darme salvación, perdón y salud. Él describió mi condición y ha descrito la tuya. Cuando David escribe este Salmo 139, estaba haciendo hincapié en que solamente Dios es un Dios personal. Ninguno de los dioses paganos es personal. Ninguno nos conoce. Solamente nuestro Dios.
Es magnífico pensar como un Dios tan grande, tan imprescindible, tan indescriptible, tan incorruptible, tan inmarcesible, tan formidable, tan poderoso, pueda pensar en un ser tan pequeño como yo. Dios omnisciente, omnipresente, omnipotente, soberano tiene cuidado de ti. Ese Dios que los educadores no pueden explicarlo, que los académicos no pueden entenderlo, que los científicos no pueden investigarlo, que ningún código puede descifrarlo, tan vasto que el cielo no puede contenerlo ni el espacio puede sostenerlo quiere tener comunión contigo.
El mismo Dios que Herodes no pudo matarlo, que el Satanás no pudo tentarlo, que la muerte no pudo retenerlo, que el sepulcro no pudo contenerlo, ese es el Dios soberano te conoce a ti y me conoce a mí. Dios es la estrella de la astronomía, la piedra de la geología, el león y el cordero de la zoología y te ha visto en tu condición. Dios, que el cielo es su trono y la tierra el estrado de sus pies, ha hecho de mi corazón su morada y quiera hacer de tu corazón su morada también.
Cuando éramos pequeños mi mamá nos contaba la historia de una niña que le preguntaron ¿dónde está su Dios? ¿Cuál es su morada? A lo que esa niña contestó de manera magistral: mi Dios es tan grande, que no cabe en este mundo; pero es tan pequeñito que cabe en mi corazoncito. Dios quiere caber también en tu corazón. Él está tocando tu corazón, porque él es un Dios personal. Él quiere conocerte, tener una relación contigo; y la relación con Dios no se trata de una religión sino se trata de una relación de amor con el amor absoluto que es Dios, a través de su Espíritu Santo. Él quiere tener comunión y comunicación contigo.
Esta mañana me recordaba de una alabanza que cantábamos hace mucho que dice
“el cielo es el trono de mi Dios y la tierra el estrado de sus pies, y siendo tan sublime mi Señor, mi pequeño corazón su templo es. Oh que grandeza, qué maravilla, por eso yo no quiero más pecar, yo quiero ser su Santo templo donde su espíritu venga a morar.”
Dios quiere tener una relación contigo. Dios increíble, indestructible, soberano, todopoderoso, todavía es un Dios personal. Así como Dios ha descrito mi condición, Él ha estado conmigo en el sufrimiento, por eso yo creo en Él, por lo subjetivo y lo interno.
En el año 2017 asesinaron a mi hermano vilmente; el dolor para mí era tan profundo que hasta me costaba respirar. No podía hablar siquiera; no podía expresar lo que yo sentía. Quienes han vivido una situación similar de perder a alguien que uno ama, sabe de lo que hablo y lo difícil que es reponerse. ¡Ese era mi tiempo de llorar! Sin embargo, yo quería ser valiente para darle fuerza y animo a mi mamá, a mi papá y a mi hermana Mimi. Y aunque mi familia estuvo conmigo en ese tiempo; mi esposo tan hermoso, me acompañó en mi pesar; mis hijos, Sara y Caleb, fueron tan lindos conmigo, me rodearon de cariño y cuidados; todavía yo estaba devastada.
Yo estaba dolida y en extremo triste. Y cuando me encontraba en soledad, solamente yo sabía y entendía lo que sentía dentro de mí, pero no podía expresarlo con palabras, porque era un dolor tan profundo que cuando yo estaba sola me derramaba completamente. Yo lloraba de manera amarga, como una niña llora en los brazos de su padre; y en mi angustia clamé al único que podía entenderme, clamé a Dios. ¡Oh, Él estuvo ahí en mi sufrimiento! Dios conocía mi sufrimiento y me consoló.
Estoy leyendo un libro de Joseph Parker, un gran teólogo del siglo 19, y él dice:
“cada vez que tú hables del sufrimiento, tendrás audiencia; porque siempre hay un hay un alma rota y un corazón quebrado dentro de la multitud.”
Sí tú eres esa alma rota, o ese corazón quebrado, déjame decirte que ninguna otra cosmovisión te va a ofrecer a un Salvador que ve tu sufrimiento. Ninguna otra doctrina tiene a un Dios que entiende tu dolor y que saben cómo te sientes. Nadie más te puede ofrece a un Dios que te consuele en tu dolor. Si tú estás enfermo y no puedes expresar el dolor que sientes, si te está costando respirar y no sabe ni siquiera cómo describir tu dolor para que los demás entiendan, hay un Dios que conoce como tú te sientes; y ni siquiera ha salido la palabra de tu boca y él ya sabe lo que quieres decir.
Qué formidable ese sentimiento, saber que Dios poderoso está ahí contigo. Tener la certeza de que en este momento, si estás derramando lágrimas, hay alguien que quiere enjugar esas lágrimas, y abrazarte en tu dolor. Él conoce como tú te sientes, nadie más va a acompañarte el sufrimiento como Él. Por eso yo creo, porque es subjetivo e interno, sí; pero es mi experiencia de vida y me encantaría que tú también la tuvieras.
Agustín, el doctor de la gracia del siglo cuarto, dijo: por cada escalera de conocimiento que tú subas, por cada peldaño de teoría que tú escales, tienes que subir dos peldaños de experiencia. Y mi experiencia con Dios ha sido única y personal. Por eso, yo creo en Dios, porque él ha descrito mi condición; creo porque él ha estado conmigo en el sufrimiento; pero también creo en Dios porque le ha dado sentido a mí a mi existencia.
El Salmo 139:13-18 continúa diciendo:
“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo.”
Por algunos años fui profesora de historia en una Universidad. ¡Me fascina la historia! Pero una de las características más trascendentales de la historia para mí, es ver como cada etapa, cada acontecimiento, cada hito, cada hecho, ha sido cuidadosamente llevado de la mano de Dios. El dedo de Dios está por todos lados en la historia; por donde tú lo veas. El dedo de Dios está en cada acontecimiento. La mano del señor ha pintado la historia de la humanidad, como un artista pinta un lienzo. Pero no solamente la historia de la humanidad, él también ha pintado mi propia historia. Él ha tenido un plan perfectamente diseñado para mí, y él tiene un plan perfecto para tu propia historia. Él le quiere dar sentido a tu existencia y quiere estar contigo en cada etapa de tu vida.
El cantante Funky tiene una canción me gusta mucho y dice:
“¿Cómo no voy a creer si puedo verte en cada cosa? Tú caminas conmigo donde quiera que yo voy ¿Cómo no voy a creer si puedo sentir tu presencia? Y has sido tú quien me sostiene donde estoy ¿Cómo no voy a creer si tú salvaste a mi familia? Hiciste todo nuevo y sanaste mi corazón ¿Cómo no voy a creer?”
Después de ver tanta evidencia objetiva y externa: la ciencia que nos habla de Dios; la creación que grita como una valla publicitaria que existe Dios; las vidas cambiadas de tantas personas que son evidencia clara; no deberías hacer otra cosa más que rendirte a Dios. Y si eso no fuese suficiente, te invito a tener una experiencia subjetiva e interna. Dios es el único que ha descrito tu condición; Él es el único que está hoy contigo en el sufrimiento; Él es el único que quiere darle sentido a tus existencia. Él es el abogado que me defiende, y quieres ser el tuyo también; Él es el médico que me sana, y quiere ser en el tuyo también; Él es el arquitecto que ha diseñado mi vida, y quiere diseñar tu vida también. Él es el rey, yo soy su princesa. Él es mi Padre, yo soy su hija, y quiere que tú seas su hijo también. Búscalo, síguelo, sírvelo y lleva su mensaje todos lados.
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