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El lodo o fango aparece a primera vista como un material plástico, viscoso y pegajoso. La naturaleza pegajosa del barro puede evaluarse apretando una pequeña cantidad de tierra húmeda entre el pulgar y el índice y viendo si se pega a los dedos. Se dirá que el barro es “muy pegajoso”, si se adhiere firmemente al pulgar y al índice y se estira cuando se extienden los dedos. Se dirá que una cantidad de barro o tierra es plástica si puede formarse en un tronco (prueba del tronco) que no puede romperse fácilmente y, una vez roto, puede hacerse rodar entre las manos y volver a formarse varias veces.
Los lodos aparecen en diferentes estados de consistencia sólido, plástico y líquido para los cuales los límites se definen, en términos de límites de Atterberg, en función del contenido de humedad. Los dos límites asociados a la plasticidad del suelo son el límite líquido y el límite plástico. Estos se utilizan para calcular el índice de plasticidad. Estos límites fueron desarrollados a principios del siglo XIX y desde entonces se han utilizado comúnmente en la práctica para determinar la clasificación de los suelos, para agrupar los suelos según su comportamiento y para proporcionar indicar sus propiedades potenciales.
Polvo somos y al polvo volveremos
Después del pecado de la humanidad, Dios estableció parámetros de vida para el hombre y para la mujer. Una de las cosas muy intencionales y claras que Dios dejó a la humanidad es su condición terrenal, mortal, y volátil.
Muy duro tendrás que trabajar para conseguir tus alimentos. Así será hasta el día en que mueras, y vuelvas al polvo de la tierra, del cual fuiste tomado. Tú no eres más que polvo, ¡y al polvo tendrás que volver!
Génesis 3:19
En el momento existencial en el que se encontraba el profeta Jeremías, desborda todo su sentir y su apreciación de la vida del ser humano. Para él, tanto los animales como los humanos, son solo seres que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Nada más nada menos. Dios a través de Jeremías nos recuerda nuestra condición animal, nuestra condición meramente natural y pasajera.
Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. 20Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
Eclesiastés 3:19-20
El profeta Daniel, de una manera extraordinaria, profetiza el resultado del evangelio en la humanidad. Ciertamente somos polvo, simples mortales, volátiles, pero con el potencial de ser hijos de Dios en Cristo Jesús. Accesar a novedad de vida, a vida eterna, a vida abundante en Cristo Jesús. Nuevas criaturas en Cristo Jesús, especial tesoro en Dios, la niña de los ojos de Dios.
Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.
Daniel 12:2
Consejos prácticos:
1. Acepte su condición
El primer paso para ser formados, como barro en las manos de nuestro gran alfarero, es reconocer que somos polvo, somos barro, somos su creación y debemos entender que él es el que tiene toda autoridad sobre nosotros.
No se trata de nuestros sueños, de nuestros anhelos, se trata de sus planes para nosotros, se trata de ser humildes y aceptar nuestra condición tan pequeña, frente a un Dios tan grande, tan paciente, tan amoroso y que tiene planes de bien y de bendición para nosotros.
Si no fuera por la compasión de Dios a nosotros, ya estuviéramos consumidos, destruidos, exterminados. Es su puro amor, es porque él nos hizo, él conoce nuestra condición tan vulnerable y volátil.
Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, Que pasó el viento por ella, y pereció, Y su lugar no la conocerá más.
Salmos 103:13-16
2. Déjese limpiar
El único que puede crear en el ser humano un corazón limpio es Dios. No hay esfuerzo humano que lo logre, no hay fuerzas humanas que puedan cambiar nuestro corazón. Es sólo Dios a través de su Espíritu Santo y su Palabra que pueden transformarnos.
No hay esfuerzo humano que nos cambie. Solo el poder de Dios. Pero sí nos toca a nosotros permitirle a Dios que nos limpie, que nos cambie. Si somos barro en sus manos, dejemos que nos quite todo aquello que no le deja formarnos a su criterio y voluntad.
Quizá Dios nos pida soltar amistades, relaciones, trabajos, hábitos, costumbres, si así fuera, déjese limpiar, dé pasos de fe y de obediencia. Es seguro que Dios le honrará y le dará su bendición en todo lo que haga. Pues Dios, más que sacrificios quiere obediencia.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo. Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte.
Salmos 51:10-12
3. Hágase flexible
Jeremías, haciendo gala de su humanidad, así como todos nosotros, presentó su juventud como excusa para no cumplir el propósito de Dios para él y para el pueblo de Israel. Una muestra de nuestra inflexibilidad en las manos del alfarero son las excusas.
Ciertamente, a veces nos sentimos de menos, o incapaces, o indignos. Pero debemos recordar que en Cristo hemos sido revestidos de su poder, de su amor y de dominio propio. El barro en las manos del alfarero debe ser flexible, no debe quebrarse, sino doblarse.
Abandónese en las manos de su creador, como el barro limpio, dócil, flexible y adaptable en las manos del alfarero. Dios sí sabe qué está haciendo, Dios sí sabe a dónde lo lleva, Dios sí sabe el final, por eso, como el buen barro, hágase flexible en las manos de su Dios.
Pero Dios me tocó los labios y me dijo: No digas que eres muy joven. A partir de este momento tú hablarás por mí. Irás a donde yo te mande, y dirás todo lo que yo te diga. No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte.
Jeremías 1:7
¡Aquí estamos, ¡con más fe y menos miedo!
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